La versión no oficial del incendio de La Torre llega al juez
Tragsa calificó de accidente la muerte de dos brigadistas en agosto de 2012.
El brigadista despedido Francisco Peralta muestra la denuncia por el incendio de La Torre. |
“Todos los que estuvimos allí
sabemos que fue una negligencia. Pese a que advertimos de la peligrosidad del fuego,
no se actuó correctamente”, recuerda Francisco Peralta sobre el momento en el
que varias explosiones de aire caliente se llevaron la vida del brigadista
Emilio Vázquez y el agente medioambiental Ernesto Aparicio en el incendio que
en 2012 asoló La Torre de les Maçanes (Alicante) durante casi dos semanas.
Despedido por ser una de las cabezas visibles entre los brigadistas y bomberos
que criticaron el informe definitivo sobre el desastre, Peralta se felicita más
de dos años después de que un juez comience a investigar por presunto homicidio
imprudente en la dirección que apuntaron los antiincendios entonces: los mandos
sobre el terreno.
El juzgado de Instrucción
número 2 de San Vicent del Raspeig (Alicante) imputó recientemente a los tres
responsables de coordinar la extinción de un fuego que arrasó 600 hectáreas en
tres municipios. A petición de la Fiscalía, están citados a declarar por
homicidios imprudentes y lesiones (en un caso, hasta quemaduras del 45% del
cuerpo). El interrogatorio probará el informe realizado por Tragsa, empresa
pública encargada de la extinción y que calificó de “accidental” la situación
que originó las dos muertes.
Hasta ahora, la única
consecuencia de aquel incendio fue el despido de Peralta. Contratado desde
1994, sus problemas en la empresa comenzaron al criticar públicamente delante
de sus compañeros el modo en que su jefe Andrés Pastor, uno de lo imputados,
gestionó el operativo. La versión de los antiincendios que aquel día lucharon
contra el fuego no se tuvo en cuenta en el análisis de Tragsa, cuyo informe fue
tildado por los sindicatos de “light” o “políticamente correcto”.
“Nadie ha querido asumir
responsabilidades y aquí tenemos dos muertos, viudas, huérfanos y personas
quemadas”, dice Peralta. A la espera de que se solucione su juicio por despido
improcedente, Peralta admite que llegó a enviar cartas personales a Serafín
Castellano, cuando era consejero de Gobernación y que dio carpetazo político al
incendio entre protestas de la oposición por los recortes presupuestarios en
prevención de incendios.
Aquel 12 de agosto de 2012,
Emilio Vázquez y Ernesto Aparicio quedaron atrapados en una pista forestal
estrecha y con desnivel entre La Torre y Benifallim, un espacio descrito por
quien estuvo presente como “una ratonera”. Andrés Pastor, el jefe de los
brigadistas, les ordenó montar un contrafuego, es decir, provocar un incendio
propio que al colisionar con el original ocasionara el ahogo de ambos. Lo que
ocurrió fue una explosión de calor que llenó de fuego 20 metros a la redonda.
“Se lo advertimos a Pastor: la temperatura ese día subía de los 40 grados, no
había humedad. Y nos contestó que ‘si hay que correr se corre’”, denuncia
Peralta. Otros profesionales hablan de ausencia de medidas de seguridad, sin
ruta de escape o aviso al resto de brigadas de la acción prevista.
Todo comenzó con un coche
averiado en una partida de Torremanzanas, un pueblo de unas 800 personas. “Fue
muy caótico y se tardó mucho en actuar, aquello se desbocó”, dice Maite, una
vecina. “Este verano pasado estuvimos tranquilos, pusieron una brigada en el
pueblo durante tres meses”, informa el alcalde, Cristóbal Sala. “La gente
quiere olvidar. Nos acordamos cada agosto cuando vamos a adecentar el monolito
junto a dos encinas en honor de Ernesto y Emilio”, añade.
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