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viernes, julio 04, 2014

El verano que ardió la Comunitat.

Aquel verano de 1994, la Comunitat Valenciana se convirtió en una pira de fuego. El 16% de la superficie forestal ardió en llamas en 751 incendios que arrasaron casi 140.000 hectáreas, una cifra que multiplicó por diez los registros de otros veranos. Ocho años como ése y la Comunitat se hubiera quedado sin árboles. Los vecinos de los municipios cercanos a la Sierra Calderona, la Sierra de Mariola, el Montgó o la Vallesa recuerdan con absoluta transparencia aquel verano fatídico. También los de Millares, Requena o Siete Aguas. En estos incendios murieron alrededor de 15 personas.
Hoy, hace 20 años, se originaban dos incendios devastadores: uno junto a la urbanización de la Canyada, en Paterna, a escasos kilómetros de la capital, que obligó a desalojar a casi 20.000 personas, y otro en la Sierra Calderona, donde ardieron 6.200 hectáreas. Dos años antes se habían quemado ya 8.800.
MILLARES
El mayor de los incendios que se había originado desde el año 1991 en la península fue el que se inició el 4 de julio de 1994 en el municipio valenciano de Millares, que en ocho días arrasó 25.430 hectáreas. Más de la extensión quemada, hubo que lamentar la muerte de cinco miembros de una brigada forestal y dos voluntarios cuando trabajaban en la extinción. Fue un incendio que obligó a desalojar a cientos de personas, favorecido por una climatología adversa, con temperaturas superiores a los 40º C y humedad relativa inferior al 15%, con vientos que alcanzaban los 100 kilómetros.
LA SIERRA DE MARIOLA
Elmismo día, la Sierra de Mariola comenzaba a arder. Empezó por Fontanars, en el extremo occidental de la Valld'Albaida, rápidamente se abrieron más focos, que cercaron Ontinyent (perdió el 94% de su masa forestal). En esta población se llegó a alcanzar la máxima temperatura registrada nunca: 45,5 grados. Durante 72 horas se quemaron 21.000 hectáreas y dejaron un espacio desolador que todavía hoy no ha vuelto a recuperar la imagen que ofrecía antes del incendio.
Además, murieron cinco de los seis ocupantes de un avión luso Antonov que colaboraba en las tareas de extinción del incendio. El aparato se estrelló contra la ladera de una montaña al no poder coger altura suficiente tras la descarga de agua sobre la zona.
Ana García fue desalojada de madrugada de su chalé de Muro. «Todavía hoy recuerdo el miedo. Teníamos las llamas a unos metros. Salimos con lo puesto, sin saber si cuando volviéramos tendríamos casa». Al regresar a sus casas no quedaba un solo árbol en pie. «No podía parar de llorar. Durante años tuve pesadillas».
REQUENA-BUÑOL
También el día 4 de julio, se inicia otro incendio en Requena, que rápidamente se extiende hacia Siete Aguas, Buñol y Chiva, obligando a evacuar a todos los habitantes de Siete Aguas, y la urbanización del Cerro. Alberto fue uno de los evacuados. Afectó además a Chera, Sot de Chera, Gestalgar, Benagéber y Chelva. El fuego pudo ser controlado el 11 de julio, después de haberse quemado 20.000 hectáreas. «Cuando me encuentro fuera y hace un día de mucho calor, quiero volver a casa por si hay humo. Fuimos miles los evacuados», dice uno de ellos.
LA VALLESA
El origen se atribuye a una barbacoa que alguien encendió. Hace 15 años no estaba prohibida una peligosísima actividad que ha causado innumerables incendios. Ese 10 de agosto, además, era un día típico de verano, un día de poniente con un aire que quemaba la piel. Se daban las condiciones meteorológicas perfectas para que una simple brasa prendiera fuego al cañizo. La flama, ayudada por el viento seco, cruzó el río Túria y se dirigió a la Lloma de Betxí. Las llamas se propagaron por el barranco, que ardió rápidamente al encontrarse repleto de vegetación. La falta de medios de prevención, así como de efectivos, originó que en un principio se infravalorara la importancia del suceso.
«Cuando volvía a la Canyada divisé una cortina de humo», relata Antonio Martí, uno de los afectados por dicho incendio. «El fuego parecía que se había estabilizado en la zona del barranco. Nosotros pensábamos que no nos afectaba, que se quemaría sólo el bosque. Pero una fuerte ráfaga de aire cambió la trayectoria de las llamas», explica Antonio.
El caos se había instalado en la zona. «Estábamos descoordinados. Nos encontrábamos en una situación angustiosa, ver que el fuego se acercaba y no podíamos hacer nada. Es una sensación de impotencia total», explica Pepe Carot, presidente de la Junta de Barrio de la Canyada.
LA SIERRA CALDERONA
Al mismo tiempo que ardía la Vallesa, la Sierra Calderona concentraba todos los medios de extinción contra el fuego. En Nàquera o Serra estaban cercados por las llamas, y volvían a repetir una pesadilla que ya vivieron dos años antes. Tras ese año se crearon planes de usos de las zonas protegidas como la Sierra Calderona. Pero todavía quedan muchos años para recuperar el paisaje anterior.


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Las Condiciones atmosféricas de 1994 fueron adversas para la propagación de incendios: temperaturas muy altas.